Cuando el chico llegó adonde había estado la hoguera, el viejo ya estaba comiendo. Empapaba trozos de pan ácimo en un recipiente con vino. Sobre una piedra situada al otro lado de las cenizas, había un cuenco de madera de olivo del que se levantaban hebras de vapor. El niño miró al viejo como si le pidiera permiso para entrar en su casa y este señaló con el mentón el cuenco de leche recién ordeñada. El chico se sentó en la piedra y se acercó el tazón a los labios. Parte de la leche corrió por los pliegues cerosos del emplasto. El niño notó cómo, por fin, la tensión de su boca cedía ligeramente y era capaz de acomodar los labios a la forma del recipiente. Durante un rato se limitó a tomar la leche a pequeños sorbos mientras estudiaba la figura del viejo al otro lado. Lo miraba de soslayo para poder retirarse si el hombre le sorprendía, pero el pastor estaba ensimismado en su cena y no le prestaba atención. En un momento, el chico vio sobre la sartén la mitad de la torta de pan que el cabrero había cocinado. Pensó que el viejo la había dejado allí para él, pero no se atrevía a levantarse y cogerla. Hizo además de incorporarse, pero retrocedió de inmediato, presa de la vergüenza o del miedo.
-Cómete la torta.
Jesús CARRASCO (2013): Intemperie. Seix Barral, Biblioteca breve: Barcelona. Páginas50-51.
- Mikel López Iturriaga (5 agosto 2013): Jesús Carrasco: "La obsesión actual por aprovechar el tiempo me parece atroz". Entrevista en El País.
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