Paul de Vos (1596- 1678) : Bodegón con sirvienta. Colección Banco Santander
Siempre seguida por su fiel Matilde, María Rosa Savolta entró en la cocina. Un cocinero expresamente venido para lucir su arte y cinco mujeres reclutadas para ese día señalado se afanaban en sus quehaceres. un sinfín de olores se mezclaban, el aire rezumaba grasa y reinaba un calor de averno. El cocinero,asistido por una doncella joven, bermeja y aturullada, lanzaba órdenes y reniegos indiscriminadamente, que solo interrumpía para dar largos tragos a una botella de vino blanco que descansaba en uno de los bordes del fogón. Una matrona blanca como un hipopótamo amasaba una pasta blanca con un rodillo. pasó una cocinera llevando en milagroso equilibrio una columna oscilante de platos. El entrechocar de los cubiertos semejaba un torneo medieval o un abordaje. nadie advirtió la presencia de la señora y, por ello, no se interrumpió el maremágnum. Debido al agobiante calor, las mujeres se habían arremangado y desabrochado sus trajes de faena. Una criada zafia y maciza que desplumaba pollos tenía el canal de sus gruesos senos forrado de plumón, como un nido; otra mostraba unos pechos blancos de harina; más allá, una jovencita sostenía con su busto firme de campesina adolescente una espumadera repleta de fresca lechuga. El griterío era ensordecedor. Las fámulas se peleaban y zaherían, punteando sus frases cortas con hirientes risotadas y exclamaciones soeces . Y sobre aquella orgía, como un macho cabrío en un aquelarre, el cocinero, sudoroso, beodo y exultante, saltaba, bailaba, mandaba y blasfemaba.
Eduardo Mendoza (1975) : La verdad sobre el caso Savolta, Barcelona: Seix Barral, págs. 204-205.
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martes, 1 de octubre de 2013
La verdad sobre el caso Savolta
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