sábado, 9 de marzo de 2013

Entra en mi vida

Víctor González Amarillo (2012): Pimiento verde
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Entramos en un pequeño restaurante que tenía una hornacina verde en la fachada para la carta y tejadillo falso. Me sentía desnuda, sin dinero, sin nada, me parecía que todo el mundo me miraba y le pedí que nos sentáramos en un rincón.
La gente del local lo conocía y me miraron con curiosidad, o a mí me lo parecía. Tenía la sensación de que la humanidad entera, el sol y los planetas nada más tenían ojos para mí porque iba sin calcetines, con los pantalones de muñequitos del pijama, despeinada y con cara de enferma.
Fui al baño mientras Daniel pedía los menús. Me lavé las manos, la cara, traté de peinarme con los dedos y me enjuagué la boca a conciencia para echar cualquier resto de medicamento.
Daniel se había situado de cara al baño, yo de cara a la entrada. En la mesa había un cestillo con apetitosas barritas de pan y aceitunas en un plato. Me sirvió agua. Estaba fría y rica y enseguida trajeron una sopa de verduras humeante.
-Cuando terminemos la sopa, hablamos. Te sentará bien.
La saboreé cucharada a cucharada. En el fondo había sito tan sencillo ser libre...
-Imagino que ha sido Verónica quien te ha metido en este lío.
-Es más que un lío, toda mi vida está patas arriba.
Daniel no podía hacerse una idea de cómo era mi aspecto normalmente. Nunca, nunca me habría imaginado en un restaurante con esta pinta. Parecía una de esas pesadillas en que me veía en el andén del metro desnuda de cintura para abajo.
-¿Le parezco una trastornada?
-No lo sé. ¿Te parece lógico lo que haces?
-Nada es lógico. No es lógico que un día apareciera Verónica diciéndome que mi familia es otra y que he vivido engañada hasta los diecinueve años.
-¿Hasta ese momento nunca habías salido en pijama a la calle?
Sonrió después de decir esto y yo también reí.
-Creo que hasta ahora no me he atrevido a ser una mujer.
Con el segundo plato me sentí mucho mejor. Me tomé todo el pescado, la ensalada y no dejé ni un panecillo vivo. Ya no distinguía si era por hambre o por afán de supervivencia: no sabía lo que iba a ser de mí el resto del día y no debía desperdiciar nada.
-He salido huyendo -dije saboreando un trozo de tarta de frambuesas-. Y no tengo claro si he hido de ellas o de mí misma.
-Estarán buscándote.
-Hoy iban a llevarme fuera de Madrid, al campo, a una residencia de locos, creo. He decidido escaparme antes.
-¿No exageras un poco?
-En eso no. Tenían el equipaje hecho y solo faltaba que llegara el doctor Montalvo.
A la legua se notó que se sorprendía. Tuve que repetirle el nombre del médico.
-El doctor Montalvo es psiquiatra y el al que se le ha ocurrido la idea de encerrarme en una casa de reposo. A mi madre y a mi abuela les parece bien, a la única que no le gusta es a mí.
Estaba pensativo. A veces se subía y se bajaba las gafas y se pasaba la mano por la cara.
-¿Tenéis una amiga que se llama Ana?
Asentí.
-¿Y tiene un perro que se llama Gus?
Asentí.
-¿Qué hacías antes de ser vagabunda?
Volvimos a reírnos discretamente.
-Me encargo del negocio. Una zapatería en la calle Goya, se llama...
Afirmaba con la cabeza como si todo lo que le contara lo hubiese vivido antes.
-También soy profesora de danza -dije preguntándose si alguna vez podría volver al conservatorio. Por lo menos en ese dinero no mandaba Lilí.
Le sorprendí observándome el pelo y las orejas. Bajo la vista a la taza de café. Yo me tomé dos, necesitaba espabilarme completamente.

Clara SÁNCHEZ (2012): Entra en mi vida. Editorial Destino, Colección Áncora y Delfín, volumen 1231: Barcelona. Páginas 376-378.
Página de la autora: Clara Sánchez

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