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Reinante El Pintor de Fuego (2008). Granada
Reinante El Pintor de Fuego (2008). Granada
Ese día la comida estaba preparada y sus cuatro hermanastros esperaban su llegada. Hasta el menor de ellos, Musa, de cuatro años, mostraba un semblante adusto ante su presencia.
-En el nombre de Dios, clemente y misericordioso –rezó Hernando antes de sentarse en el suelo.
El pequeño Musa y su hermano Aquil, tres años mayor, le imitaron y los tres empezaron a coger con los dedos, directamente de la cazuela, los pedazos de la comida que había preparado su madre; cordero con cardos cocinados con aceite, menta y cilantro, azafrán y vinagre.
Hernando desvió la mirada hacia su madre, que los observaba recostada contra una de las paredes de la pequeña y limpia estancia que utilizaban como cocina, comedor y dormitorio provisional de sus hermanastros. Raissa y Zahara, sus dos hermanastras, se hallaban en pie junto a ella, a la espera de que los hombres terminasen de comer para poder hacerlo ellas a su vez. Él masticó un trozo de cordero y sonrió a su madre.
Tras el cordero con cardos, Zahara, su hermanastra de once años, trajo una bandeja de uvas pasas, pero Hernando ni siquiera tuvo tiempo de llevarse un par a la boca; un repiqueteo apagado, lejano, le obligó a erguir la cabeza. Sus hermanastros percibieron el gesto y dejaron de comer, atentos a su actitud; ninguno de los dos tenía la capacidad de prever con tanta anticipación la llegada de las mulas.
-¡La Vieja! –gritó el pequeño Musa cuando el sonido de la mula se hizo perceptible para todos.
Hernando apretó los labios antes de volverse hacia su madre. Eran los cascos de la Vieja, parecía confirmar ésta con su mirada. Luego trató de sonreír, pero el gesto se quedó en una mueca triste, similar a la que esbozaba Aisha: Brahim volvía a casa.
-Alabado sea Dios –rezó para poner fin a la comida y levantarse con fastidio.
FALCONES, Ildefonso: La mano de Fátima, Barcelona, Grijalbo, 2009, pp. 24-25.
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