Isabel Castro (2008): Garbanzos con lombarda |
Era viernes y estaba solo en casa, meditando sobre cómo era posible hacerlo todo tan rematadamente mal.
Ella había ido a recoger a los niños al colegio y no se los traería de vuelta hasta el domingo a mediodía. Ella, porque hasta cuando hablaba consigo mismo prefería llamarla así, como si fuera una simple conocida, lo había hecho todo muchísimo mejor. Él había estudiado dos carreras, había hecho dos tesis doctorales, había acumulado becas y cum laudes, había escrito muchos artículos, un libro a solas y otro en colaboración, coleccionaba elogios de sus maestros y besos orgullosos de sus ancianas tías, pero a la hora de la verdad había demostrado ser un perfecto panoli. Porque el caso es que, en teoría, habían decidido separarse de mutuo acuerdo. Eso lo recordaba tan bien que podía reproducir sus conversaciones palabra por palabra, aquella discusión amarga y civilizada, las razones, las lágrimas, los últimos besos cómplices. Habían decidido separarse de mutuo acuerdo, pero ella ya tenía un novio y él no se había enterado. Lo sabía su hermana, lo sabían sus amigos, lo sabía hasta su hija pequeña, que tenía seis años. ¿Mamá se ha ido para ser novia de Ernesto?, le preguntó la primera noche que durmió con sus hijos en la misma cama. ¿Ernesto?, él la trató con la condescendencia de un adulto culto, experimentado, racional, que no concede crédito alguno a la imaginación infantil, ¿y quién es Ernesto? Su hija le miró como si no se lo pudiera creer. ¿Pues quién va a ser? El novio de mamá.
Almudena GRANDES: El cocido de papá. El País semanal. 04/12/2011.
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